Me mira con un tiro de parábola que rodea la luna y cae parado. Sabe que le encontré tres pies, por eso llora.
Antes hablaba desde su púlpito de cornisa y presumía su pasado astronauta, bibliotecario y carterista. Era arrogante y joven. Pero ahora calla de la voz como siempre calló de los pasos. Ha comprobado la fatalidad del regalo que le ha sido dado: Los gatos tiene siete vidas –de acuerdo–, pero entonces también tiene siete muertes.
