A jubilar la ortografía, invitó un día García Márquez. Yo entonces hablaba sin hache, miraba hacia abajo y las palabras —ésas, como muchas— no me decían cosas.
Años después, yo dejo que tus brazos me envuelvan. Yo te envuelvo. El sueño del escritor es sólo eso y la ortografía definitivamente sigue en funciones. Pero abrazar y abrasar —ahora lo sé— son la misma cosa.
